Normalmente, uno podría pensar que los niños son la parte intocable de la sociedad, inmunes a la maldad y la saña, libres de malicia y protegidos por sobre todas las cosas, y los intereses del mundo. Sin embargo, la realidad siempre supera a la ficción y la crueldad llega a extremos a inimaginables. La trata de menores está aún muy presente en nuestro país.
El mercado de la pornografía infantil en México, es una cruel mina de oro para sus precursores; grupos criminales de nivel internacional, que han convertido al país en el primer consumidor de este producto, en todo el mundo. Sus ganancias ascienden a millones de dólares y, lo peor de todo, es que sí tienen un enorme mercado de clientes.
Son más de 85 mil los niños mexicanos que viven víctimas de la trata y el comercio sexual, sin que hasta ahora ninguna herramienta o ley puedan detener el círculo. Eso sin contar las redes de esclavitud laboral o la venta de órganos, de las que también son víctimas los menores en este país.
No es muy difícil acceder a este tipo de materiales, por desgracia son de acceso prácticamente libre, para cualquiera que tenga Internet y una computadora, aun cuando se trate de usuarios menores de edad.
Trata de menores, el mal que no podemos terminar
En México, las fiscalías especializadas en investigar estos delitos, aseguran que los recursos destinados a su tarea no son suficientes, pues los criminales tienen mucha más tecnología, dinero y capacidad logística, que todo el sistema judicial mexicano.
Claro que esto no es un problema exclusivo de México, sino una tendencia mundial imparable, un mercado mundial que tuvo su mayor expansión con la explosión del Internet, a finales del Siglo XX, y se sofisticó en el siglo XXI con los dispositivos móviles y las redes sociales.
Finalmente, el mundo de la trata es una cadena enorme de horror y crueldad, que comienza con una sencilla búsqueda en Internet, y termina con miles de desapariciones de menores y mujeres, en México y Centroamérica.
¿Qué se puede hacer?
Las propias autoridades hacen hincapié en una sola cuestión, y es la facilidad con la que hoy, los criminales acceden a la información personal de niños y jóvenes que navegan por la red –sin supervisión– y caen víctimas de tratantes; delincuentes que los desaparecen con toda facilidad, y la gran dificultad para encontrarlos después, incluso en otros polos del planeta.
Cada año se registran, al menos, tres mil casos de desapariciones de menores mexicanos, con las características de trata de personas.
Valeria Lira