Dice el Registro Nacional de Población que, en México, los nombres más comunes son Guadalupe y José Luis, pero más el primero, porque se usa indistinto del género. De ahí, muchos otros que usan todos aquellos padres, sin un gramo de imaginación; Carlos, María, Martín, Juana, Fernando, Gabriela o Andrea.
Y como dicen que definir el nombre, es definir la personalidad y hasta el futuro de los vástagos, no está de más hacer un repaso, por esos que se pasaron de originales.
Según el Instituto Nacional Electoral (INE), entre los nombres más feos de los que tiene registro se encuentran Agrículo, Aniv de la Rev, Virgencita, Maseosare, Circuncisión, Urano, Satanacio, Senorina, Escroto, Facebook o Twitter.
Viajando un poco más lejos, el pueblo de Chone, en Ecuador, es famoso en todo el planeta por tener los nombres más curiosos. Resulta ser que ahí no llegó nunca la evangelización cristiana, cuando la conquista europea, por lo que los nombres que ahí se ponen a los recién nacidos, no son los más comunes para la cultura occidental.
Nombres extraños
En ese sitio es común encontrar personas llamadas Hitler, Mazda, Yahoo, Nissan, Burger King, Vick Vaporub, Kennedy y hasta Cien Pies. Pero ahí a nadie le parece extraño.
En México, sin embargo, no debería de haber pretexto; aquí sí llegó la colonización, pero a pesar de ello, no nos hemos detenido en usar nombres y también apellidos, que pecan de extravagantes.
Si tu nombre es Guadalupe Hernández, Juan García o Chuchita Rodríguez, entonces estás entre los mexicanos más comunes, y hay casi un millón de almas que se llaman igual que tú.
Hay, por otra parte, un registro de los apellidos más extravagantes que pululan los directorios de México. Al menos unas 50 personas complementan su nombre con “Parado”, unas 300 con “Guapo” y más de dos mil con “Feo”. Y ni que decir de aquellos que se apellidan Agonizante, Vago o Feliz.
Y ni hablar de aquellas veces en que, sintiéndose elegantes, los padres mexicanos metieron la pata hasta el fondo, poniéndole a sus hijos nombres que, más que interesantes, caen en lo kitsch. Pululan en las listas escolares, aquellos niños llamados Brayan Sánchez, Jennifer María, Dónovan López o Michael Dionisio.
Inclusive, en muchos estados, se ha modificado la ley para permitirle a los jueces del Registro Civil aconsejar a los padres, antes de nombrar para siempre a sus pequeñas bestiecillas. Y es que, muchas veces, por querer hacer honor a la abuela, la tía o la santa que nació el mismo día, la pobre niña termina llamándose Rosa Melanie, Abundia Generosa o Floripondia Agobina. ¡No hay que ser!
Valeria Lira