El Color de mi Tierra, una historia de emprendimiento mexicano

Tres niños de primaria, una maestra con iniciativa y el amor por México se conjuntaron para hacer un proyecto que cruzó las fronteras. No importaron las limitaciones, que se tratase de una escuela de bajos recursos o los conflictos magisteriales que caracterizan al estado, en este caso toda la comunidad colaboró para hacer la tarea. No hhay barrera para un buen emprendimiento.

La historia comenzó en noviembre del 2014, cuando Elvia Rosa Onofre Lezama, profesora del segundo grado de la primaria Patria Libre, en Oaxaca capital, decidió rescatar con sus alumnos la técnica prehispánica de la pintura con tierra, a través de la cual encontraron que es posible producir colores con este elemento natural.

Aprovechando la riqueza de los suelos en aquel estado y convirtiendo un juego de niños en una tarea científica, Camila, Mireya y Oliver desarrollaron el proyecto junto con su maestra y se presentaron en el certamen Expo Ciencia, organizado por el Consejo Oaxaqueño de Ciencia y Tecnología, donde obtuvieron el primer lugar. Después pasaron al Expo Ciencia Nacional, organizado por Conacyt, donde otra vez se llevaron el primer premio. Finalmente, en julio de 2015 participaron en Expo Ciencia Internacional, en Bruselas, Bélgica, obteniendo la medalla de oro por mostrar 76 colores de pintura distintos, producidos con tierra de todas las regiones de Oaxaca.

Cabe recordar que es precisamente esa región la que más se caracteriza, de todo el país, por su baja calidad educativa y los conflictos sindicales de los maestros, quienes pasan casi todo el ciclo escolar ocupados en huelgas y marchas.

Emprendimiento con causa

Más allá de un trabajo escolar, El Color de mi Tierra resulta en un prototipo de proyecto comercial para hacer pintura de exteriores compuesta de materia orgánica, eliminando así la necesidad de usar químicos contaminantes como plomo y metales pesados.

Y toda esta historia se resume en un anhelo de rescatar al planeta y mantener viva la herencia de los antepasados. Más allá de reconocimientos o medallas, estos niños oaxaqueños sólo hicieron muy bien su tarea y llegaron hasta el otro lado del mundo para darle un mensaje a la humanidad: hay que cuidar lo que es nuestro.