¡Adiós, DF!

Recientemente, los legisladores mexicanos sorprendieron a todos con la facilidad que tuvieron para gestionar –relevante o no– el cambio de Distrito Federal a Ciudad de México.

Sí, aunque muchos pudieron pensar que nunca pasaría de ser otro rumor de Internet, el gobierno de Enrique Peña Nieto logró quitarle su denominación original a la capital del país. De esta manera, pasa a convertirse en un estado más de la república mexicana, con una nueva constitución, asamblea con cien diputados y alcaldías en lugar de delegaciones.

Viajando un poco al pasado, desde la fundación del México antiguo, la Ciudad de México, entonces Tenochtitlán, fue el centro político, social y económico de la vida del país, de ahí que desde tiempos remotos se le considerara la capital, el centro y el lugar clave para el desarrollo de todas las otras regiones del país.

Incluso con la conquista española, la Nueva España no dejó de tener por capital lo que después sería nombrado como Distrito Federal.

Distrito Federal, el fin de una era

Hay que recordar que, originalmente el país se conforma de 31 estados y un Distrito Federal, y este último existe, porque se requiere un sitio que concentre en sí mismo, los tres poderes del Gobierno Federal.

Se dice que esta reforma traerá beneficios políticos, sociales y económicos para los habitantes de la CDMX, sin embargo es difícil comprender cómo es que los chilangos sobrevivieron tantos años sin una reforma tan relevante frente a otras cuestiones de menor importancia, como la transformación del sistema de justicia penal, el clima de violencia, imparable, la epidemia de desapariciones forzadas o el contagio de corrupción en las instituciones públicas (léase el sarcasmo).

Inclusive, los legisladores encargados de esta reforma han afirmado que cambiar de Distrito Federal a Ciudad de México, le otorgará autonomía a la ciudad y más derechos a los que ahí viven. Y no hay duda, una nueva constitución siempre es una oportunidad para hacer mejor las cosas. Sin embargo, la deplorable situación en la que, no sólo chilangos, sino todos los mexicanos hoy mal viven y sobreviven, hace pensar lo que es obvio y un absurdo.

Valeria Lira