El bullying, o acoso escolar, es algo que se carga encima para siempre. Casi nadie se salvó de ser víctima de abuso físico o psicológico en los años de escuela; unos lo superaron, otros vencieron al victimario, otros más se convirtieron en abusadores, y algunos otros simplemente aguantaron, aguantaron y aguantaron.
El detalle en todo esto es que, antes esas actitudes, eran un comportamiento aceptado, como una preparación para la vida en la que, o aprendías a contestar los golpes o a te hacías invisible para que no te pegaran, pero era una parte “normal” de ir a la escuela. Incluso, antes tampoco estaba mal visto que los maestros propiciaran las burlas o los golpes, como si con eso demostraran su autoridad, ¡sí, cómo no!
La historia de Daniela Fernanda Huerta, de Tuxpan, Veracruz, es la de muchos estudiantes que hoy viven bajo el yugo de las burlas, los golpes, los chismes y el acoso escolar, sólo que ella decidió usar su dolor para hacer algo por los demás.
El proyecto “No ciberbullying, no bullying”, creado por esta joven de 18 años, fue el ganador de: «México, Historias que Inspiran», en 2015, y ahora es parte de una campaña para hacer conciencia entre los jóvenes, sobre este tema.
Daniela fue víctima de bullying y de acoso cibernético, al grado de causarle depresión y un trastorno alimenticio, y asegura que lo que más le dolía, entonces, era sentirse sola y poco valiosa. Es por eso que hoy da talleres y conferencias a adolescentes, para que entiendan que el bullying y el ciberbullying no son normales, no son graciosos, y nadie tiene obligación de vivirlos o de ejercerlos.
Bullying, un problema a la alza
La OCDE pone a México como el país número uno en casos de abuso escolar, en educación básica, esto es que, al menos 70% de los estudiantes de primaria y secundaria, acepta que es o ha sido víctima de un brabucón. Y no hay un perfil específico, todos son víctimas potenciales, cuando no hay buena autoestima, y falla la comunicación en casa.
Claro que las cifras son recientes y aún hay tiempo para frenar el problema, a diferencia de otros países en donde el bullying y el ciberbullying tienen incontables historias de suicidio o de asesinatos multitudinarios, planeados por una víctima que no pudo más. Y es que el uso del teléfono móvil y las redes sociales, sacó el problema de las aulas y lo expandió a espacios incontrolables. Ahora es común que, además de aguantar el acoso en la escuela, niños y jóvenes reciban mensajes ofensivos en redes sociales y en el celular, siendo difamados en grupos, con fotos y vídeos, sin que nadie ponga freno a un problema social que parece cada vez más normal.
En 1999, Erick Harris y Dylan Klebald, dos adolescentes norteamericanos, que vivían atormentados por sus compañeros de preparatoria, perpetraron una masacre en la escuela. Ahí asesinaron a unas 13 personas, entre alumnos y maestros, en lo que se llamó la Masacre de Columbine.
El otro lado de la moneda
Claro que detrás de todo abusador, también hay una historia de dolor y poco amor propio, y es que estos son temas que el sistema escolar mexicano no toca. De ahí que Daniela viera la necesidad de hablarlo, a través de talleres, para que los adolescentes hicieran conciencia por sí mismos y se empoderaran, recordando que todos valemos por lo que somos, en realidad, sin pretender ser o gustarle a los demás, y sin tener que aguantar ser la diversión de otros, a costa de nuestra propia dignidad.
Daniela superó sus problemas y los canalizó en algo que hoy está transformando al país. También pudo haberse quedado en su casa a llorar los apodos que le pusieron en la escuela, o a sobarse los golpes que le propinaron sus acosadores, sin embargo, salió y le gritó al mundo que era una persona y merecía respeto. Al mismo tiempo, se volvió inspiración para que otros también salieran de su encierro y de su dolor; se trata de una cuestión empática: «nadie debe hacer lo que no quiere que le hagan», sólo que eso no viene en los libros de texto, ni cumple con el programa escolar.