El mundo de los menores infractores

Uno suele pensar que la infancia y la adolescencia son tiempos de felicidad, tranquilidad y despreocupación, donde no se conocen los problemas del mundo y mucho menos la maldad. Sin embargo, a veces el sistema falla y no alcanza a resguardar a los más jóvenes, dejándolos expuestos a los horrores de la humanidad, a edades muy tempranas. La delincuencia infantil es una triste realidad presente en México.

Delincuencia infantil, un problema a la alza

No se tienen cifras muy exactas, pero se sabe que al año son procesados más de diez mil menores mexicanos por delitos graves y no graves, principalmente por robo. Y así, también se sabe que hay factores que favorecen el ingreso temprano de las personas, a los sistemas penitenciarios, como la desintegración familiar, los entornos sociales violentos, la falta de educación y la falta de oportunidades.

Un 40% de la población de las cárceles mexicanas, tiene menos 30 años y, en su gran mayoría, ya tiene varios años dentro del sistema carcelario.

Es claro que en un país donde la pobreza extrema alcanza a buena parte de la población, los delitos menores son comunes y hasta se justifican cuando se habla de hambre. Pero hay algo más en México, algo que está llevando a los menores a cometer delitos mucho más graves, y que no se justifican con nada.

El Ponchis

Se llama Ángel, es un joven de Ciudad Juárez que, antes de los 15 años, se convirtió en uno de los sicarios más buscados de aquella violenta ciudad.

Nacido en un entorno miserable, con padres que murieron por drogas y en una ciudad donde los únicos que salen adelante son los integrantes de la mafia, cuando estaba en la secundaria no le quedó de otra que pasarse al lado de los malos, cuando los narcos lo contactaron.

En poco tiempo se volvió jefe, sicario de alto rango y asesino potencial. Según se sabe, mató a más de 50 personas, muchas de las cuales fueron torturadas y descuartizadas.

Así como Ángel, en muchas ciudades del país, donde merma la pobreza y el abandono social, el crimen organizado trabaja para reclutar menores, niños y adolescentes, en situación vulnerable, que encuentran en la delincuencia una falsa salida.

Y ya sumándole vicios al sistema, se sabe que los centros de reclusión para menores infractores no ayudan a nadie, y más bien son escuelas del crimen que propician, en la mayoría de los casos, una vida de reincidencias, que termina en los grandes penales del país.

Al menos uno de cada tres menores infractores en México, vuelve a caer en la cárcel. Esto significa que los programas de reinserción social, realmente no están captando a buena parte de la población de las correccionales y centros de detención para menores, como en un círculo vicioso, del que sólo resultan futuros delincuentes y desadaptados que, en realidad, nadie se corrige ni aprende.

Valeria Lira

@CronicaMexicana