Hoy en día es difícil encontrar a alguien en México, que hable lenguas indígenas. Durante un tiempo, estuvo considerado que eso era un acto de ignorancia, que debía ser eliminado, en defensa de la internacionalización del país, como una manera de progreso.
Sólo apenas hace unas décadas, los estudiosos e investigadores comenzaron a hablar de la importancia de conservar las lenguas raíz, como el vestigio de un pasado prehispánico que aún está vivo.
En el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, fue creado, precisamente con ese propósito: rescatar y difundir el habla nativa de México, y hacer conciencia en la población de que, hablarlas, no es para nada una vergüenza, sino un don que debe ser compartido.
Hoy en día se conservan más de 300 variedades lingüísticas, sin embargo muchas de ellas están al borde de la extinción, porque se conservan en un reducido grupo de hablantes, en su mayoría personas ancianas que no tienen interés en enseñarlas a las nuevas generaciones, ni éstas en aprenderlas.
Otro problema es la marginación de los pueblos indígenas, quienes sufren vejaciones, son olvidados y, al mismo tiempo, explotados por la mano del hombre moderno, creciendo con la idea de que lo mejor es abandonar sus comunidades, y buscar progreso en las grandes ciudades.
Ya en el 2012, el propio Inegi advertía que, menos del 6.6% de la población mexicana, hablaba alguna lengua indígena, esto pese a que se reconoce al país, como uno de los más ricos del mundo en este sentido. Y la mayor parte de quienes lo hacen, están ubicados en regiones alejadas, zonas sin desarrollo y de pobreza extrema.
Sin embargo, hoy en día ya se implementan estrategias para la recuperación de las lenguas raíz, principalmente en las escuelas de educación básica de las regiones indígenas, donde se imparte educación bilingüe, en español y en la lengua de la región.
Lenguas indígenas, nuestras raíces olvidadas
Si bien se ha logrado difundir la importancia de rescatar el habla prehispánica en México, el tiempo está en contra, pues estudios internacionales estiman que en el mundo al menos una lengua se extingue cada mes, esto es, que sus últimos hablantes mueren, y desaparecen los vestigios para difundirla.
Quizá es un poco que la globalización nos ha engañado, con la necesidad de aprender lenguas extranjeras para sobresalir profesional y socialmente y, en razón de eso, hemos olvidado la importancia de conservar las raíces, recordar los orígenes y saber cómo llegamos a donde estamos hoy.
Algo para reflexionar es el hecho de que no son todas las regiones de hablas autóctonas las que han perdido sus raíces. En países de América Latina, como Perú y Ecuador, la mayoría de las personas están orgullosas de sus lenguas originarias y las hablan, las enseñan y las difunden, como bandera de sus culturas.
Valeria Lira