«Quédate en casa», la expresión más egoísta de los mexicanos privilegiados

Quédate en casa

Las crisis siempre sirven para sacar a la luz lo mejor y lo peor de las personas. El asunto del Coronavirus está mostrando, sin ningún velo, lo peor de los mexicanos, su conformismo, su egoísmo y hasta su falta de autoestima, tal es caso del lema: Quédate en casa.

A mediados del mes de marzo de 2020 llegó a México el famoso Coronavirus, una enfermedad que afectó a casi todos los países del mundo y dejó miles de muertos. Y con ese asunto también llegó la dichosa cuarentena, una petición gubernamental para que, imitando lo que hicieron en otras naciones, los mexicanos permanecieran en casa por al menos 2 meses para evitar contagios y no saturar el precario sistema de salud mexicano.

Y así se hizo, escuelas, empresas, oficinas, tiendas, centros turísticos, hoteles y prácticamente casi toda actividad económica, fuera de alimentos y medicinas, tuvo que parar so pretexto de cuidar la salud de los mexicanos. En poco tiempo se perdieron más de 350 mil empleos.

El asunto, nunca tomado en cuenta por el gobierno mexicano, es aquí hay más de 52 millones de personas que viven con menos de $100 pesos diarios, empleadas en negocios informales que generan ganancias al día y apenas dan para comer.

Por desgracia no somos Estados Unidos, donde el gobierno regaló dinero a las familias necesitadas o aquellos que se quedaron sin empleo por la contingencia. Aquí si el gobierno te regala una despensa, ya puedes decir que te fue de lujo.

Quédate en casa y las diferencias económicas

Más del 60% de los mexicanos en edad productiva está en el rubro del empleo informal, lo que significa que todas esas personas no tienen salario fijo, seguro de gastos médicos, ahorro para la vivienda y probablemente ni siquiera una cuenta con dinero en el banco.

Pero no es raro, en México no ha habido ningún gobierno, al menos no desde mediados del siglo XX a la fecha, cuya prioridad sea la población. Por el contrario, se trate del partido que se trate todos los mandatarios han dispuesto de acuerdo a sus propios intereses, siempre dejando abajo a los más pobres porque finalmente ahí está la mano de obra barata y los votos que se venden por una despensa.

Ya sabemos que el gobierno mexicano es pésimo, eso no es nuevo, el problema es que también los mexicanos son mezquinos, clasistas y egoístas, y son peores cuando de una tragedia se trata.

Parece absurdo que en un país donde casi la mitad de la población es pobre, todavía haya quienes se atrevan a reclamar porque las personas no se quedan en casa a guardar la cuarentena. Repiten y repiten como grabadoras el famoso «quédate en casa», sin entender que esa frase es una sentencia de miseria para millones de mexicanos.

Clasismo y pandemia

¿Cómo se va a quedar en casa el que cuida los coches, el chófer del transporte público o la mujer que vende dulces en el semáforo? Hay tanta gente en este país que no puede darse el lujo de hacer cuarentena porque necesita comer y tanta otra que se llena la boca regañando a quienes salen a la calle, como si todos estuviéramos en las mismas condiciones.

El Pedregal de Santo Domingo, en la delegación Coyoacán de la Ciudad de México, es una de las zonas más conflictivas de la capital por sus altos niveles de delincuencia, drogadicción y pobreza. Aquí habitan poco más de 100 mil personas, la mayoría de escasos recursos y cuyos ingresos dependen de negocios pequeños, puestos ambulantes y tiendas improvisadas con las que van sacando el día a día.

Ahora con la contingencia en este lado de la ciudad se observan cada vez más puestos de artículos usados en las banquetas, pues mucha gente aquí perdió su empleo o tuvo que cerrar sus negocios, pero quedarse en casa nunca es opción porque no hay ni para comer. Así es que dedican su tiempo de la cuarentena a vender entre vecinos y transeúntes las pocas cosas que tienen, algo de ropa, juguetes, autopartes y lo que encuentran en la basura, lo que sea con tal de llevar algo a la mesa.

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Aquí la gente sí sale a la calle, hace vida económica con lo que puede, consume con sus vecinos y va contando los pesos para la comida. El cubrebocas, el gel antibacterial y el miedo son cosas de ricos, propias de aquellos que no tienen de qué preocuparse porque tienen la despensa completa, pero de este lado de la ciudad el que se muere de miedo no come, es la ley del más valiente.

La cuarentena y los adultos mayores

¿Y qué pasa con los adultos mayores? Sólo en esta zona buena parte de la población supera los 70 años, no tiene empleo formal y ni siquiera puede acceder a los apoyos gubernamentales porque es tan, pero tan pobre que no tiene papeles, no sabe escribir y ni siquiera sabe que existen esas pensiones.

Encima el gobierno pide a sus familiares no visitarlos, por lo que además de sus condiciones de pobreza, ahora también se sienten solos y abandonados. Se les ve en las banquetas vendiendo cosas viejas, tratando de sobrevivir y comiendo de lo que sus vecinos les regalan porque aquí puede haber muchas carencias, pero no hay indiferencia entre quienes son hermanos del barrio y de la necesidad.

Y para hacer la pesadilla aún peor, México vive una de las primaveras más calurosas de su historia y al mismo tiempo en muchas colonias de Santo Domingo hace meses que no llega el agua. Si acaso hay quienes tienen dinero para pagar pipas e irla pasando con eso, pero la mayoría apenas y sobreviven entre hambre, calor, suciedad y desesperación.

Evitemos la extensión del virus

¿Cómo van a prevenirse de un virus, si ni siquiera tienen agua para bañarse a diario?

Quienes tienen la fortuna de aún poder abrir sus negocios en esta zona aseguran que no llegan ni al 10% de las ventas, pues aunque la gente salga ni siquiera tiene dinero para comprar. A eso se suma la delincuencia que hace temblar a los comerciantes, quienes a toda hora del día vigilan las calles y se comunican entre ellos para prevenirse de asaltos y cobros de piso.

Y es que el crimen organizado, ya muy presente en la vida de los mexicanos, pronto podría ganar aún más terreno porque la desesperación está tocando a la puerta de muchos. Aunque claro que eso no lo tomó en cuenta el gobierno cuando decidió parar el país por casi 2 meses, creyendo que aquí se podía actuar como en países desarrollados con economía sólidas y recursos para dar a la población durante la emergencia.

La crisis económica que se viene

La economía mexicana es tan débil que se sepulta un poco más por cada día que se prolonga la cuarentena; el 22% del Producto Interno Bruto (PIB) se debe sólo a la economía informal, así que pedirle a la gente cerrar sus pequeños negocios y pedir a otros no salir a consumir es darnos a todos un balazo en la sien.

Claro que eso no lo entienden quienes tienen casa, auto, salario seguro y televisión. Para ese sector privilegiado de la población, aquellos que hacen vida en la calle durante esta cuarentena son ignorantes y egoístas, aunque de esa gente dependa lo poco que queda en pie de la economía nacional.

Y no, comprar en Walmart, Liverpool y otras cadenas por Internet no beneficia a nadie más que a las multinacionales, pues esas mismas empresas mandaron a la mayoría de sus empleados a casa sin sueldo por varios meses aún cuando siguen generando ingresos. Así que no, de lo que están vendiendo ni siquiera pagan salarios, tienen ganancia neta.

Privilegios en la cuarentena

Otro aspecto que tampoco está claro para la clase privilegiada del país es que no todos tienen acceso a Internet en casa, televisión por cable o servicios de streaming. Muchos hogares tienen menos de 65 metros cuadrados donde conviven más de 5 o 6 personas, no tienen videojuegos, celulares o computadoras, y por supuesto que niños y niñas ni siquiera tienen una conexión para estudiar en línea, así que si no salen a la calle de vez en cuando y respiran un poco, la cuarentena se vuelve una especie de película de terror.

Ya no se trata de evitar contagiarse de un virus como tantos otros que siempre han existido, se trata de intentar sobrevivir al miedo, al horror, al encierro y a la pobreza, intentar al menos tener para comer, no perder la esperanza ni la cabeza porque unos cuantos privilegiados están decidiendo que millones se mueran de hambre, mientras otros tantos se dan el lujo de opinar, regañar y ordenar desde sus cómodos sillones, viendo sus refrigeradores llenos y contando los días para irse de vacaciones cuando termine la contingencia.

Por supuesto que Hugo López-Gatell, subsecretario de Salud que repite a diario que los mexicanos deberían quedarse en sus casas, no está preocupado por lo que comerá su familia mañana, sus bolsillos están llenos, su despensa también y en su boca sólo cabe el discurso que en unos años lo llevará a escalar en la política nacional, mientras condena a millones de personas a morir de miseria. Para él es fácil decirlo porque no tiene hambre.

@CrónicaMexicana