En el país del “Hoy No Circula”

Algo extraño pasa en México, un fenómeno social que impide frenar los problemas de raíz y le da por tapar los agujeros de las coladeras con más y más coladeras rotas. Este es el país del no pasa nada, del a mí no va a suceder y del hoy no circula.

Y hablando del caso del famoso y bastante mentado “hoy no circula”, resulta ser que en noviembre de 1989, bajo un panorama gris de contaminación atmosférica, se aplicó por primera vez en la Ciudad de México lo que se conoció como “Un día sin auto”, un programa de control vehicular que, en aquel entonces, se veía como una medida temporal para reducir las emisiones tóxicas.

La pretensión era disminuir el número de autos en circulación, dependiendo en un inicio de números al azar, como los números de placa.

De aquel entonces y a la fecha, más de 25 años después, el programa, actualmente conocido como “Hoy No Circula”, sigue aplicándose con religiosidad en la capital del país, aunque no se ha visto una reducción significativa de la contaminación o del tránsito vehicular.

Se sabe que, incluso, su implementación resultó perjudicial porque las personas, en un intento por conservar sus comodidades, adquirieron más vehículos para poder circular toda la semana, en lugar de buscar alternativas de movilidad. Y por otra parte, tantos años después, el sistema de transporte público ya es insuficiente y no da cabida a toda la población que tiene que moverse a diario, en esta enorme y complicada capital.

Y al famoso programa le han seguido una serie de medidas, que en nada solucionan el problema y más bien lo tapan. 2016 ha sido el año de la contingencia ambiental y ya los chilangos se acostumbraron a los camiones gratuitos, mientras los chilanguitos empiezan a olvidar lo que significaba la hora del recreo y viven en un paranoico encierro, supuestamente a salvo de gases nocivos y una bola de cosas más.

Hoy no circula, el programa sin resultados

Nadie sabe a ciencia cierta si los capitalinos están a salvo de la contaminación, encerrados en salones, atrás de sus escritorios o aferrados al tubo de un camión a punto de reventar. Ellos sólo saben que les pican la nariz y los ojos, ante los 142 puntos Imeca de partículas tóxicas, contenidas en el aire que respiran a diario.

Esta es, como diría Márquez, la «crónica de una muerte anunciada» y larga agonía de millones de capitalinos, que ya no la cuentan entre esa nata gris que los acecha y un calor desértico, para el que no hay sombra que sirva.

Las escenas más terribles de películas de ficción parecen hacerse realidad en la CDMX, entre la sobrepoblación de casi diez millones de almas, el agua que se reduce 360 litros diarios por cabeza, el asesinato de las áreas verdes, que podrían salvar a los chilangos de morir asfixiados, y ellos que se pelean porque no pueden circular en sus naves fantásticas.

La Ciudad de México es el país del hoy no circula, porque hoy no circula nadie, todos están estancados.

@CronicaMexicana