En el pasado, el mercado de casi todo el mundo tenía como forma de funcionar un sistema sencillo, leal y accesible para cualquiera. Casi en todo el mundo, la economía se basaba en lo que necesitabas y lo que podías producir, es decir que tu trabajo te daba para servir a otros y para servirte de lo que otros producían, y con eso bastaba para vivir bien. La economía local era la regla.
Hace por lo menos un siglo que la mercadotecnia cambió la visión de la economía, y enfocó los ojos del mundo en el consumo, mucho más allá de la necesidad.
En la actualidad el mercado ya no se trata de lo que requieres, sino de lo que quieres, y mientras más quieras es mejor. La sobreproducción, el consumismo, la saturación de materiales no degradables y la acumulación, todos esos son males que hoy aquejan al mundo occidental y han llevado al límite al sistema capitalista.
Ante la situación tan grave, hace varios años que viene apareciendo una corriente que intenta contrarrestar al consumismo y la mercadotecnia, volviendo a las raíces. Se trata de la promoción del consumo local.
Miles de grupos se han formado, a partir de la premisa de consumir localmente, como intento solidario para mejorar la vida de todos. Esto significa que las personas están comprando menos a grandes empresas y más a pequeños productores; negocios locales que son de la gente para la gente.
En pocas palabras, comprar local significa que no hay necesidad de consumirle a una empresa gigantesca, que explota laboralmente a miles de personas por un sueldo raquítico, y que no garantiza la calidad de sus productos; si se puede, hay que comprarle a alguien que produce, empaca, almacena y vende, personalmente, y con ello alimenta a una familia y se permite seguir trabajando.
Economía local, la importancia de ayudarnos entre nosotros
Más allá de verlo como la destrucción del sistema económico, como lo conocemos, es una forma de relacionarse mucho más sana, pues promueve el autoconsumo, la solidaridad, e incluso estilos de vida más sanos, al no estar sujetos a agentes extraños que promueven la producción en masa.
Es tan sencillo como ir al mercado, en lugar de ir al supermercado, o comprarle la ropa a una amiga, en lugar de a la tienda departamental. Así, todos se ayudan entre todos, a salir adelante.
De más de cinco millones de empresas mexicanas, un 95% pertenece al rubro de las Pequeñas y Medianas Empresas (Pymes), que son negocios con un nivel de ingresos bajo y que emplean a menos de diez personas. Si tomamos en cuenta que estas Pymes, al tener ingresos menores, también buscan proveedores menores, que les surtan insumos en baja cantidad a precios no tan altos, entonces se forma una cadena de consumo local que tiene su refuerzo en el consumidor final.
En resumen, comprar local no es sólo apoyar a una persona, es apoyar a mucha gente que está detrás de una venta, una línea de producción, diseños, distribución y un montón de cosas que hay detrás. Y como es un círculo, el dinero vuelve en forma de clientes, impuestos o servicios, y finalmente en una mejor calidad de vida para todos.
Valeria Lira