Para la clase media mexicana el problema de comer está en dos cosas: el dinero y la talla. El primero se resuelve estirando la quincena y atándose a las tarjetas de crédito, mientras el segundo se arregla cambiando los panes por lechugas. Y ya, fuera de eso no hay, al menos aparentemente, un problema mayor en cuanto a la alimentación del mexicano promedio.
La sorpresa está en que, aunque muchos no lo sepan ni se lo imaginen, a México lo acecha desde hace varios años el fantasma de la inseguridad alimentaria, que no es otra cosa que el cada vez más difícil acceso a la comida por parte de la población.
Es difícil entender la carencia de alimentos en el país más obeso del planeta, donde lo que más gusta hacer es comer, a todas horas, bajo cualquier pretexto y lo que se mueva. Para una carta gastronómica fuerte no hay nadie mejor que los mexicanos, y sin embargo menos del 20% de la población en el país tiene asegurado el alimento, mientras el otro 80% literalmente no sabe qué comerá mañana.
Es la inflación, altos precios y bajos salarios, pero también que casi la mitad de la comida producida en México termina en la basura, sin que nadie pueda aprovecharla. Y a eso, hay que sumarle el poco apoyo que se le da al campo, que cada vez es menos productivo y expulsa enormes grupos de personas hacia Estados Unidos.
Alimentación, el problema del desperdicio
Cifras de la Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos (AMBA) acusan que a diario, en México, se desperdician 30 mil toneladas de comida que podría ser aprovechada por gente de escasos recursos, asociaciones civiles y otros grupos vulnerables.
Parece que no, pero los datos no mienten. En México la mitad de la comida que consumimos es importada, lo que nos deja a merced de los intermediarios, con precios altos que juegan a favor del dólar, sin control sanitario, con competencia desleal a las industrias nacionales, y bajo los efectos de consumir costumbres extranjeras.
Y ya de lo anterior, a la falta de seguridad alimentaria, hay medio paso, porque la dependencia hacia los productos importados es inminente y llegará un momento en quizá sea total, lo que pondría en grave riesgo la alimentación de millones de mexicanos, y podría convertirse en una cuestión de política exterior, más que de primera necesidad.
Hoy todavía es fácil acercarse a cualquier tienda de autoservicio y hacerse de la cantidad de alimentos que se desee, basta con tener dinero a la mano. Sin embargo, no es tan improbable que en unos años, comiencen a haber ciertas restricciones sobre comidas que no son tan abundantes, principalmente granos, que hoy deberíamos estar produciendo en esos cultivos fantasma, del olvidado campo mexicano.
El ejemplo más claro es China, el país más poblado del mundo y que, pese a tener enormes campos agrícolas, no tiene suficiente comida lo que ha llevado, a quienes ahí viven, al consumo de alternativas como carne de perro, rata y comida de cartón, papel y cera.
Valeria Lira