Préstame tu chicle, Lupe

Pocas personas o casi nadie, saben o se imaginan, que México es un ganador en la industria del chicle en todos los sentidos. Y no, a diferencia de lo que podría suponerse, por mera costumbre de despreciar lo que hacemos en México, el chicle no es una herencia extranjera adoptada por los mexicanos, sino un legado prehispánico para el resto del mundo.

Pese a que hoy en día, el mercado lo dominan grandes trasnacionales extranjeras, el chicle moderno nació en tiempos de la cultura Maya, cuando los indígenas comenzaron a explotar la savia de los árboles para extraer una goma pegajosa, la que utilizaban para la higiene bucal.

Ya en el siglo XIX, Thomas Adams (sí, el de los Chicles Adams) vino a México desde Estados Unidos, buscando un material para producir llantas, pero en un error de inventiva, eso terminó convirtiéndose en la goma prehispánica, pero comercializada en caja, para usos dentales.

Chicle en el siglo XX

Durante la primera mitad del Siglo XX, esta golosina tuvo un boom a nivel mundial, y pasó a prácticamente todos los países del mundo en sus diferentes versiones, empujado, además, por las cualidades que ya desde entonces se le atribuían, como relajante muscular, inhibidor del hambre y limpiador dental.

Unos más que otros, pero difícilmente hay alguien que no haya tenido un chicle en la boca alguna vez, siendo presa de mitos tan absurdos como que si te lo tragas se te pega en el estómago, o si te duermes con un chicle en la boca se te pega en el cabello. ¿Te ha pasado?

Nada más en México, este producto genera ganancias por mil millones de dólares al año, tan sólo por debajo de Estados Unidos, que es el mayor consumidor de chicle en todo el planeta.

Y es así como la mayor fábrica de goma de mascar en el mundo, a cargo de Cadbury Adams, está en Puebla, México. Ahí se producen, nada más y nada menos, que 60 mil toneladas de este producto al año; 60 mil pegajosas y chiclosas toneladas de sabor, que van en gran parte, al consumo mexicano y, en otra proporción importante, al consumo extranjero.

Actualidad de la industria

En la actualidad el mercado es enorme, los hay sin azúcar, elegantes, baratos, infantiles, juveniles, rellenos, frutales y hasta de café. Aunque mucho se habla de que el chicle de hoy en día, tiene muy poco del verdadero y original, y más bien es un compuesto que puede incluir, entre otras cosas, petróleo, plástico, sustancias adictivas y hasta plomo.

Y ya pasando a estadísticas y datos un poco inútiles, el chicle también se ha convertido en un problema de la sociedad posmoderna, pues quien no se lo traga suele tirarlo en el suelo, y si eso se multiplica por millones de consumidores, da un problema de contaminación urbana, parecido al que generan las colillas de cigarro.

Se sabe que, tan sólo en el suelo del Centro Histórico de la Ciudad de México, hay hasta 70 chicles pegados… ¡pero por metro cuadrado!. Los que a diario son pisados por miles de chilangos que transitan por ahí.

Valeria Lira

@CronicaMexicana